La Residencia de Mayores Virgen de Jerusalén de Artajona participó en el Día del Donante en las actividades organizadas por la Asociación de personas trasplantadas y enfermas hepáticas de Navarra (ATEHNA): partido de fútbol entre Artajonés y Osasuna Veteranos, sorteos, paellada…
A las 10:00 de la mañana del sábado 11 de junio en la Residencia de Mayores Virgen de Jerusalén se vivían algunos nervios desde hacía rato. Mientras algunas personas terminaban de desayunar, otras salían a la terraza y había quien buscaba “la chaquetica por si refresca”, un grupo de unas 10 personas se preparaban para ir al campo de fútbol.
Agua, crema del sol, sombreros, las pastillas del mediodía… cada una con su kit completo para disfrutar en la comunidad con las vecinas y vecinos de Artajona de un día festivo gracias a los preparativos de ATEHNA y el Día del Donante. Lo primero de todo: fútbol. Artajonés Veteranos se medía amistosamente con Osasuna Veteranos. Quien mantenía su autonomía salía de la residencia hacia el campo de fútbol a su ritmo, quien necesitaba apoyo de vehículo esperaba a la responsable de la furgoneta y quien solo necesitaba de una mano o un brazo, salían con profesionales y voluntarias haciendo el caminito con sillas de ruedas, andadores o lo que hiciera falta. Siempre amenizado por las canciones de una de las compañeras.
La llegada al campo fue maravillosa: todo el pueblo saludaba a las personas residentes y les dejaba un sitio a la sombra. Y además, salieron en la foto con los equipos, gracias a Ángel de Osasuna Veteranos por la colaboración, sujetando la pancarta, en pleno terreno de juego con el lema «Hazte donante, regala vida”.
Historias especiales
No todos los saludos fueron iguales. Hay miles de intrahistorias dentro de la participación de las personas mayores, con todas sus vivencias, y el pueblo de Artajona. Como la historia de Inés, que acudía todos los fines de semana con su marido a ver los partidos de fútbol del Artajonés, equipo en el que jugaba su hijo. Esta vez, después de unos cuantos años volvió a ver a su hijo jugar y salen juntos en la foto de grupo.
O la historia de la hermana religiosa Mª Cruz que, a sus 102 años, era la primera vez que iba a un partido de fútbol y así lo hizo saber a todas las personas que se le acercaban.
Otra de las vidas que han cambiado fue la de Joaquín. Antes de la pandemia solo acudía a la residencia para comer, ya que estaba todo el día fuera relacionándose con la gente del pueblo en el Bar Asador y en el Bar de los Jubilados. Desde la pandemia no había vuelto a salir, y poder ir al partido de fútbol ha supuesto para él el reencuentro con muchos vecinos del pueblo a los que antes veía a diario. Además, la semana después del partido ha contado a todas las personas de la casa con quién estuvo, a quién saludó, las fotos que se hizo con los jugadores…
Y siempre hay más sorpresas. Cuando vivimos en comunidad y nos centramos en las personas descubrimos historias nunca antes comentadas, como la de Mª Luisa Magallón. Mª Luisa acompañaba a sus sobrinos desde pequeños a los partidos de fútbol en los que jugaban: era una gran forofa. Acudía a los encuentros con un cencerro y cada vez que el equipo de sus sobrinos metía gol, y aunque a ellos les diera vergüenza, lo hacía sonar. Ese día volvió a ver jugar a su sobrino: fue toda una sorpresa porque ninguno de los dos sabía que se iban a encontrar y fue muy ilusionante, aunque esta vez no llevara cencerro. Mª Luisa no paraba de decirle a su compañera Concha que estaba muy feliz. “¡Quién me lo iba a decir!”.
Sorteos y paellada
Además del partido de fútbol, las personas mayores de la casa que acudieron también participaron en los sorteos y en la paelllada junto al resto del pueblo. Mientras, en la residencia, el resto de personas continuaba con sus vidas, comidas, siestas, paseos o lo que se terciara en un sábado cualquiera.
Humanización de cuidados
Una salida, una entrada, un beso, una conversación, un saludo, una historia antigua… todo esto es parte de la atención centrada en la persona que va más allá de ir a ver un partido de fútbol. Van quienes quieren ir, como quieren ir y cuando lo desean. Se reencuentran con el vecindario y se producen conversaciones nuevas, se recuerdan historias de antaño y se mantienen las relaciones que se han tenido en la vida.
Todo es posible gracias al equipo profesional que cree en este modelo de acompañamiento y lo hace posible. Como ellas mismas se presentan “el equipo de la residencia Virgen de Jerusalén es como una gran familia que cuida a las personas teniendo en cuenta sus preferencias y gustos, impulsando sus proyectos de vida y su independencia”.